
Por Ludmila Vinogradoff en ABC
Asfixiado por la crisis, la recesión y las sanciones económicas, el régimen de Nicolás Maduro y la mafia militar del denominado Cartel de los Soles se han echado a los brazos del Gobierno de Vladímir Putin. Pero ese abrazo con el oso ruso, el invasor de Ucrania, le está saliendo caro, aunque por el momento le ha sacado las castañas del fuego. Los fondos petroleros venezolanos de la estatal PDVSA han quedado congelados, no en la fría Siberia sino en Moscú, porque han corrido la misma suerte del bloqueo financiero internacional con el que la Unión Europea y los Estados Unidos han sancionado a Putin por su guerra en Ucrania.
Y para que Caracas pueda recuperar esos fondos, si es que Moscú no los declara antes por perdidos, primero tendrían que levantarse las sanciones de ambos países, y al parecer el mandatario ruso no tiene intención de poner fin a la guerra sino prolongarla por un largo tiempo.
Y los demás que esperen.
Con el agua al cuello
Pero Maduro no puede esperar y la sequía financiera y petrolera le está llegando al cuello. El Gobierno chavista está arruinado y busca desesperado recursos fiscales legales e ilegales. Los primeros por la vía de la privatización de empresas públicas, subir los impuestos a las operaciones con divisas extranjeras y control de remesas de los emigrantes; y los segundos, con el contrabando de oro, coltán, minerales y el aumento de la recaudación del narcotráfico.
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