
Por Alberto Veloz en El Estímulo
Tradicionalmente Caracas ha contado con muchos y excelentes restaurantes de carnes donde satisfacer los apetitos de comensales ávidos de entrar en los secretos de las entrañas y vísceras, grasas y fibras, que bien cocinadas pueden ser una delicia, pero un error de fuego, temperatura o corte, siempre resulta fatal y puede terminar en “chancleta”.
El culto por la carne va desde una sencilla parrilla callejera con su infaltable yuca y guasacaca servida en platicos de cartón por vendedores ambulantes, hasta sofisticados restaurantes con cortes de carne de todo tipo, contornos tradicionales y contemporáneos, potentes extractores de aire, algunos con terrazas bien aireadas, mucha vegetación para dar ambiente de campo y bares provistos de ingentes cantidades de whisky.
Porque si hay algo que ingiere el típico consumidor de carnes en Venezuela es whisky, y si es mayor de 18 años -el whisky, no el comensal- cree que se la “está comiendo” ante sus invitados, muy lejos de lo que debe ser.
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