WASHINGTON — Al observar cómo se alzaba una ola de agitación política por toda Sudamérica este otoño, algunos funcionarios del Departamento de Estado se percataron de un patrón de similitud escalofriante en ciertas protestas contra el gobierno que, fuera de eso, tenían poco en común.
En Chile, alrededor del diez por ciento de los tuits de apoyo a las manifestaciones realizadas a finales de octubre aparecieron en cuentas de Twitter cuya afiliación con Rusia era casi innegable.
En Bolivia, en cuanto el presidente Evo Morales renunció el 10 de noviembre, el número de tuits asociados con ese tipo de cuentas se disparó a más de mil por día, mientras que antes ni siquiera llegaban a cinco.
Lee más en