
Comenzó como una banda que operaba desde una cárcel. Al fusionarse con otras más, tomó posesión de un pueblo, una zona industrial, un aeropuerto militar y un lago. Ahora es una organización criminal involucrada en más de 20 actividades ilícitas, desde drogas y oro hasta tráfico de personas, que opera desde Costa Rica a Argentina y Brasil.
El Tren de Aragua se ha hecho sinónimo de brutalidad en los noticieros de América del Sur, pero también es un caso de estudio sobre la gobernanza criminal: la estructura económica y política que convirtió bandas venezolanas en ejércitos delictivos transnacionales y en sustitutos violentos del Estado en comunidades que las instituciones legítimas habían abandonado, de un modo similar a como las guerrillas lo habían hecho por décadas en pueblos colombianos.
Años de investigación y numerosas entrevistas respaldan este volumen que explica cómo esta organización criminal, nacida en la cárcel de Tocorón, se convirtió en una de las estructuras delincuenciales más temidas de América Latina. Ronna Rísquez entrevista a víctimas, perpetradores e investigadores dentro y fuera de Venezuela para pintar el retrato de un nuevo tipo de imperio criminal. Hermosas mujeres que encontraron en los jefes mafiosos una aventura de placeres desenfrenados y poder sin límites, en una cárcel llena de lujos en la que hasta el mismo ingreso hay que pagarlo. Profesores de bachillerato que relatan la vida en un pueblo donde hasta el cupo en una escuela o el uniforme de los alumnos dependen de la voluntad de un malandro.
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