Prodavinci | Graziano Gasparini [1924-2019]: el historiador de la arquitectura colonial venezolana

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Por Guadalupe Burelli

El sábado 30 de noviembre de 2019 murió Graziano Gasparini a sus 95 años, arquitecto ítalo-venezolano e historiador de la arquitectura colonial venezolana. Compartimos esta entrevista realizada por Guadalupe Burelli, autora del libro Italia y Venezuela: 20 testimonios, de donde se recoge esta entrevista.

La trayectoria de este veneciano de origen, y su aporte al conocimiento y valoración de la arquitectura colonial venezolana, además de otros muchos temas relacionados, no es poca cosa. Y es que nos ha sucedido con demasiada frecuencia en nuestro país que hemos necesitado la mirada de alguien que viene de fuera para advertir lo que siempre ha estado ante nuestros ojos. Gasparini ha sido una de esas miradas afortunadas que, para suerte nuestra, una circunstancia fortuita trajo hasta aquí. Su infatigable espíritu da cuenta de más de 50 libros publicados, innumerables bienes patrimoniales restaurados, edificaciones construidas, kilómetros de país recorridos e inventariados en una labor de pionero, que este país adoptado, y la América en general, porque su pasión se ha extendido por el continente, no se deben cansar de agradecer. Ahora, que está jubilado, dice que trabaja el doble y se lo creemos, porque los hombres como él no paran nunca: siempre hay un motivo de entusiasmo asechándolos, y en su caso, ha agregado a su lista un nuevo interés, el cultivo de la sábila.

¿Cuándo llega a Venezuela y qué circunstancias lo traen?

Yo llegué aquí en agosto de 1948, de 24 años, y vine en una especie de viaje «premio-propaganda», llamémoslo así. Para ese momento, yo ya había terminado mis estudios en el Instituto Universitario de Arquitectura en Venecia, y desde el fin de la guerra, en 1945, trabajaba con uno de mis profesores.

¿Menciona a Carlo Scarpa?

Sí. El autor del Pabellón de Venezuela en Venecia. Yo era uno de sus alumnos favoritos y lo ayudé, entre el 45 y el 48, en la recuperación de los pabellones de la Bienal de Venecia, donde estaban, entre otros, el pabellón de Alemania, de Suecia, de Estados Unidos, de Japón. El caso es que todos fueron ocupados por los nazis durante la guerra como depósitos de papeles, de documentos, qué sé yo, y cuando se retiraron aquello quedó hecho un desastre… Cuando terminamos el trabajo se inauguró la primera Bienal que se hizo después de la guerra, en julio del 48, y yo me vine en agosto como premio de la labor hecha.

¿Cómo fue eso?

El presidente de la Bienal, que en ese momento era Rodolfo Palluchini, un gran historiador del arte veneciano, para compensarme por mi trabajo me ofreció un pasaje para que viniera en KLM por un mes hasta Curazao, Venezuela, Colombia, a traer propaganda y folletos sobre la Bienal de Venecia para que participaran a partir de 1950, porque América Latina nunca lo había hecho.

Debo recordar que en ese momento Italia estaba destrozada, destruida por los nazis desde Sicilia hasta Los Alpes: sin ferrocarriles, sin nada, incluso los puentes de Miguel Angel en Florencia, los puentes Longobardo, los puentes romanos en Verona, habían sido volados por los nazis. Recuerdo que llegué aquí y mi primer contacto fue con Elisa Elvira Zuloaga, que era directora de Cultura del gobierno de Rómulo Gallegos, que fue tumbado el 18 de diciembre, a los tres meses de yo estar aquí. A ella le llevé unas cartas de la Bienal invitando a Venezuela a participar en el futuro próximo.

¿Sabía algo del país antes de llegar?

Vine aquí primero que nada, sin hablar español, sólo lo chapuceaba un poco y me interesó inmediatamente el país desde el punto de vista de la pasión mía grande que siempre fue la historia de la Arquitectura. Quién sabe si Venecia ayudó mucho en eso, porque ahí uno tiene un muestrario de 10 siglos de Arquitectura desde los ejemplos veneto-bizantinos hasta el siglo XIX con lo neocolonial, neogótico, etc. Después viajé a Bogotá, donde hice lo mismo que aquí y regresé a Caracas poco tiempo antes del golpe de Estado de Pérez Jiménez. Por ese motivo, pusieron toque de queda y eso me trastornó todos los programas que tenía y me encontré prácticamente bloqueado aquí. En el hotel donde yo estaba en el centro de Caracas, al norte de Altagracia, conocí a los ingenieros Rodríguez Delfino y Enrique Pardo -que después pusieron una compañía que se llamaba Técnica Constructora-, quienes me propusieron hacerles un pequeño croquis para una casa en Los Caobos que les había pedido el director del Banco de Maracaibo, Apolodoro Chirinos. No tenía nada que hacer y acepté de inmediato con la suerte de que les encantaron los planitos que hice, y al poco tiempo comenzaron a construir la casa. Luego de unos cuatro meses aquí pude regresar a Italia, pero antes de partir, mis amigos ingenieros me dijeron que pasara un tiempo allá y volviera ya que aquí se necesitaban arquitectos porque prácticamente no había.

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