
La miseria humana resulta, desde luego, incompatible con los avances que en materia de Derechos Humanos hemos venido observando a nivel mundial.
En este orden, ha sido respetuoso y progresivo el tratamiento que se le ha dado a esta materia, y evidente el reconocimiento que las legislaciones modernas han dado en áreas de defensa, promoción y protección de los DD.HH, de allí que se hable de personas con discapacidad, violencia de género, adultos mayores, libertad sexual, transgénero, en fin, de la pronunciada tendencia a procurar la eliminación o reducción al mínimo de la discriminación, con un marcado respeto por la dignidad humana y en el entendido de que cualquier diferencia o condición debe ser considerado un valor y nunca un defecto.
Viene al caso este introito por la vergüenza y el desencanto que han generado las infelices declaraciones del alcalde de El Tigre (Anzoátegui), Ernesto Paraqueima, desembuchadas cuando se enteró de que un mural, en dicha localidad, fue hecho por niños dentro del espectro autista (Asperger). El inefable funcionario lo llamó “horrible”, “espantoso” y “horroroso” y preguntó si “lo habían pintado con las patas”. Luego lo mandó a quitar.
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