
El nombre de Rafael Cadenas, cuya poesía es “incómoda con cualquier manifestación totalitaria del poder”, vuelve a retumbar no solo por el Premio Cervantes que le acaban de otorgar sino por el silencio ensordecedor con que ha respondido el Gobierno de Venezuela, tratando inútilmente de acallar a uno de los poetas más importantes del continente.
Justo cuando el poeta Rafael Cadenas recibía de las manos del rey de España el Premio Cervantes, la cancillería de Venezuela utilizaba sus redes para Conmemorar el 78° Aniversario del fallecimiento de Cornelis Gerard Anton de Kom, impulsor de la abolición del colonialismo a través de “Nosotros, esclavos de Surinam”. Mientras, cómo no, el Ministerio de la Cultura también ignoraba olímpicamente al creador venezolano y el galardón que recibía, como si la censura autoimpuesta por los funcionarios pudiese borrar la huella de este poeta ya inolvidable.
Casi como en la Revolución Soviética, que asesinó o silenció a sus grandes poetas –Mayakovski, Mandelstam, Tsvietáieva, Ajmátova, Pasternak entre otros-, o la dictadura cubana, que apresó y obligó al poeta Heberto Padilla a renegar de sus ideas contra el régimen de Fidel Castro; el gobierno de Venezuela hizo lo suyo intentando acallar el honor conferido a Rafael Cadenas -otro de los muchos recibidos e ignorados igualmente por el régimen-, como quien castiga a la oveja negra que se descarriló y decidió abandonar el comunismo y sus derivados, una vez que se enteró de los asesinatos cometidos por Stalin y el daño que producían todos los regímenes autoritarios. “Descubrí que todo era mentira”, ha dicho muchas veces refiriéndose a las ideas de izquierda que había abrazado desde muy joven.
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