
Resultaba impresionante ver a los estudiantes de la Universidad de los Andes recorrer las calles de Mérida para encontrar al compositor polaco Krzystof Penderecki en tiempos del Festival Internacional de Música que organizó en nombre del legendario rector Pedro Rincón Gutiérrez el pintor venezolano Oswaldo Vigas mientras estuvo al frente de la Dirección de Cultural de esa universidad en los años sesenta del siglo pasado. Se reunieron los más célebres compositores del momento y Mérida concitó durante, al menos, una o dos semanas la atención del mundo musical.
Los estudiantes corrían atolondrados detrás del polaco porque daban por sentado que siendo polaco tenía que ser tan comunista como ellos que respiraban aires marxistas en lugar del aire fresco de las heladas montañas que protegían a la ciudad llamada «de los caballeros», no obstante estar grabada en el pedestal de la estatua que se encuentra en la plaza principal la notificación de que, a pesar de haber padecido los estragos de un pavoroso terremoto, Mérida donó al Libertador dinero, armas, provisiones y animales de carga como contribución a la gloriosa Campaña Admirable. Es lo que sarcástica y popularmente se llama: «La factura».
Se decepcionaron con Krzystof porque el polaco resultó ser un católico fervoroso y no el marxista encendido que creían que era solo por ser polaco. Polonia es país católico que se ha dado el lujo de haber parido un Papa que resultó artífice de la caída del comunismo en su propio país. No ha hecho otra cosa que defenderse de la Iglesia Ortodoxa rusa. Yo mismo vi en Cracovia un mediodía de miércoles a un joven en uno de los tenebrosos nichos de la iglesia darse fervorosos golpes de pecho en lugar de salir a la calle y disfrutar de su espléndida juventud y caracolear a las chicas del vecindario.
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