
Vamos de viaje. Otra vez. Unos cuantos años atrás como para coger impulso y regresar a estos primeros meses de 2023 con ese horizonte de una primaria para la elección de una candidatura única de la oposición en octubre próximo (como se acaba de anunciar) en un clima de evidente desunión, no solo porque lo que prevalece son las acusaciones de unos contra otros -y el deterioro de ambos- sino, y sobre todo, porque la discusión de la unidad como proyecto estratégico -como la fórmula para vencer a la dictadura, llegar al poder y responder a las inmensas demandas de la sociedad- se dejó de lado en algún momento del largo y sinuoso camino de la oposición venezolana. O quizá nunca fue internalizado de manera suficiente. O es una estación a la que se llega -como apunta Carlos Blanco, exministro para la reforma del Estado- pero se desconoce si se viaja, valga el verbo, en ese itinerario.
La hago esta vez acompañado de Ricardo Lagos (aunque no solo de él), una figura central en el proceso político que condujo a la derrota de la dictadura del general Augusto Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988; años después uno de los presidentes del denominado período de la concertación que gobernó Chile entre 1990 y 2010. La guía son las memorias de Lagos publicadas en dos tomos: (I) Mi Vida: de la infancia hasta la lucha contra la dictadura (año 2013); II: Mi vida: Gobernar para la democracia (año 2020). El énfasis estará en la parte uno, lo que es más pertinente a nuestro caso porque la otra parece estar lejos, aunque para nada negada.
Mi Vida es más que el fruto de la memoria de este extraordinario dirigente político chileno. Aún hoy a punto de cumplir 85 años (este 2 de marzo) su voz se escucha en su país que trata con hondas dificultades de dejar atrás quizá el último trazo de la dictadura pinochetista: la Constitución de 1980. Las memorias de Lagos son el resultado de sus conversaciones con un grupo de historiadores, con los que sostuvo una veintena de entrevistas, cuyas respuestas constituyeron la base de ese tomo I. El hilo conductor del libro es una grandísima pregunta: ¿Cómo se puede recuperar la democracia? Nuestra angustiante pregunta, también.
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