
Ningún hombre alude a su pene con esta palabra. A menos, quizá, que se encuentre en una situación médica o, desde luego, en el ámbito público, todos usan localismos. Eso, cuando no emplean términos acuñados en terrenos tan acotados e íntimos como el de la familia o el de la pareja. A lo que voy: es impensable que en la habitación un hombre introduzca en una frase el término “pene”. Cada uno sabrá cómo lo llamaría.
Y podría pensarse que en la literatura, esfera de perímetro mucho más amplio, pero tan libre como la propia cama, los escritores son tan soberanos y pueden referirse a su órgano sexual con la primera palabra que se les venga a la mente. Finalmente, la literatura es tema y lengua, léxico. No es así, sin embargo. O no lo es desde que España se erigió en gestor casi único de la literatura en español.
Esto viene al caso por la popularidad que ganó la palabra “pichula”, usada por el peruano Mario Vargas Llosa, en un relato publicado por la revista Letras Libres en octubre de 2021. El cuento, titulado “Los vientos”, había sido escrito en diciembre de 2020 y está narrado en primera persona por un personaje anciano que deambula por el Madrid distópico del futuro. Dado que por los mismos tiempos en que se publicó el relato, el Premio Nobel de Literatura 2010 estaba viviendo un episodio personal carente de relevancia, pero exprimido hasta la extenuación por el ecosistema de la farándula, el texto empezó a leerse en clave de realidad y multiplicó su audiencia.
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