Especial Prodavinci | Un país necesita maestros, no héroes

Por Indira Rojas


La proporción alumno-docente es uno de los indicadores educativos globales. Por lo general, su descenso indica una atención más personalizada para cada niño y mejoras en la calidad de la enseñanza. Sin embargo, detrás de los números en Venezuela, se revela la crisis migratoria y la emergencia humanitaria. No solo se requieren más educadores, se necesita que estén motivados y sean formados para garantizar el aprendizaje en las aulas de clase. Este trabajo es parte de Maestros en recesión, un especial de Prodavinci sobre la crisis laboral y profesional de los docentes en el país y su impacto sobre la calidad educativa.


En la escuela técnica agropecuaria San Isidro Labrador, en la población tachirense de Orope, cinco docentes asumieron la formación de 196 adolescentes durante el año escolar 2020-2021. No encontraron más personal en la zona rural. La profesora Marilú Melo Suárez asumió las áreas científicas. Dictó las clases de Matemáticas, Física, Química y Biología. También ayudó a los estudiantes en los proyectos de cuarto y quinto año y los preparó para las pasantías. Marilú trabajó en las aulas sin dejar su puesto como directora. Continuó la búsqueda de maestros y coordinó el seguimiento de los alumnos con dificultades económicas y problemas nutricionales, y de aquellos dejados atrás por padres y madres que decidieron migrar. Colombia está a 71 kilómetros de Orope.

La escuela tiene hoy 15 profesores. Se respondió a las necesidades de las asignaturas obligatorias de bachillerato y se ocuparon coordinaciones que habían desaparecido. “Contamos incluso con la coordinación de control de estudios y una coordinadora pedagógica. Hace 4 años que la escuela no tenía ese perfil de docentes”. La paradoja es que hay suficientes profesores porque hay menos alumnos. El verdadero déficit se dibuja en el tiempo.

La escuela San Isidro Labrador llegó a tener 540 estudiantes en 1999. La matrícula no bajó de los 400 durante 10 años. De primero a tercer año los estudiantes se distribuían en tres secciones. De cuarto a sexto, en dos. “Después los bajos salarios ahuyentaron a los docentes y, a su vez, el número de inscritos comenzó a bajar”, dice la profesora Marilú. Hoy hay 140 alumnos y una sección por cada grado.

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