
Al caer la noche caraqueña, una ruleta llena de fichas de cientos de dólares en un lujoso hotel en el este de la capital de Venezuela no para de girar.
Las caras llenas de ansiedad que la rodean permanecen inmóviles por unos segundos hasta que la ruleta se detiene y un joven suelta un grito de júbilo: acaba de ganar US$500.
Al otro lado de la mesa, una elegante mujer de unos 50 años frunce el ceño brevemente y, tras dudar un par de segundos, apuesta otros US$200.
Mientras buena parte de Caracas descansa y se resguarda de la inseguridad, la noche en Las Mercedes apenas comienza.
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