
Cada vez que paso por la Autopista Francisco Fajardo (cuyo nuevo nombre es «Gran Cacique Guaicaipuro», que me niego a usar), y veo ese gigantesco adefesio dorado, hacha en mano, cuando se sabe que entre las armas que nuestros pueblos originarios usaban no había hachas, y encima, rodeado de otras figuras tan esperpénticas como el gigante, no puedo dejar de pensar en la hipocresía de este régimen en cuanto a nuestros indígenas se refiere.
Cierto que la hipocresía del chavismo-madurismo toca a muchas personas e instituciones, pero a los indígenas les ha tocado muy duro. Con ponerle el nombre de Guaicaipuro a una autopista lo que hacen es añadir una burla más hacia quienes, en su momento, creyeron en que sus reclamos serían oídos y resueltos.
«Los indígenas venezolanos… la Pacha Mama… su reivindicación… sus lenguas… el país pluricultural según la Constitución…», decía Hugo Chávez alardeando de su condición de zambo -mezcla de indio y negro- para atraer a miles como él, prometiendo cualquier cantidad de ofertas que jamás cumplió.
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