Opinión | Conversaciones desde la soledad, por Rodolfo Izaguirre

A veces, el documental cinematográfico no muestra en imagen lo que el filme intenta expresar en profusión visual y podrían ser justamente esas imágenes nunca vistas las más poderosas, las que más conmueven y revelan la verdad que el documental está ofreciendo de manera magistral. Me refiero al largometraje documental titulado: CAP inédito: conversaciones desde la soledad, 2022, de Carlos Oteyza, producido por  Siboney Films y un equipo creativo y técnico de primer orden. Un filme conmovedor porque muestra al presidente Pérez no vestido con traje de autoridad y dueño de una verdad política incontrovertible sino al Carlos Andrés más parecido a mí, es decir, al compatriota sentado a mi mesa, conversando conmigo, vestido con palabras civiles, respondiendo con sinceridad y sin verse obligado a alzar los brazos victoriosos del político en acción, saltando charcos apoyado por una multitud alborozada. La  imagen de un ser humano traicionado por algunos de sus más cercanos colaboradores por su negativa a revelar el secreto que envuelve a la famosa «partida secreta» y unas no menos cuestionadas cuentas mancomunadas con su nueva pareja sentimental, pero sin mostrar odio ni rencor alguno. Fue condenado a sufrir casa por cárcel y al pagar la condena lo vimos mi mujer Belén y yo sentado en el Teresa Carreño sin que nadie se le acercara, solo le faltaba la campanita que anunciaba la presencia del leproso no en la Edad Media sino en la actual venezolana. Fuimos a  saludarlo a pesar de no ser santo perfecto de nuestra parroquia. «¡Presidente, usted es un héroe civil! Pudo haberse ido del país y sin embargo permaneció en él. ¡Mi mujer y yo nos sentimos muy orgullosos de usted!». Nos miró y por momentos fue el personaje que Oteyza nos devolvió en su glorioso largometraje: un ser amable, espontáneo y familiar, siguiendo su propio impulso y nos agradeció el gesto, pero de inmediato ocupó el lugar el político de los brazos eufóricos, precisamente el ser que no nos gustaba porque es otro: «Mis enemigos políticos decidieron armar una conspiración…», nos apresuramos a estrecharle la mano y dejamos allí al mandatario que durante breves segundos había cambiado de traje y asumido el eco de las palabras que recorren los pasillos de Miraflores.

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