Modelos Colonia Puig, Caracas, circa 1970: Tito Caula ©Archivo Fotografía Urbana
No hay que hacer aspavientos. Cada época tiene sus machismos (excepto en lugares como Qatar, donde las manifestaciones de misoginia son medievales, y en Venezuela, donde se apartan los montones de basura de donde se alimentan muchas familias para que desfilen los participantes en un bochornoso simulacro de normalidad). Pero, en fin, claro, esta imagen se pasa de inquietante, claro que sí.
Alrededor de 1970, a la agencia TIPSA se le encomendó la campaña publicitaria para una colonia masculina de la marca Puig. Debía generarse una imagen icónica. En el sentido literal del término. Debía tener alta recordación y constituir en sí misma una representación casi sagrada del objeto aludido. Pero había un problema. Siempre lo hay cuando la publicidad aborda los perfumes: ¿cómo se representa una fragancia? No es posible. Hay que darle un rodeo a esta dificultad. Ya que no podemos dar a oler el perfume a las audiencias, hay que sugerirles lo que les va a ocurrir a quienes lo usen.
Al rayar la década de los 70, Puig tenía claro el mensaje a comunicar: este perfume activa el “efecto macho”, fenómeno socio-sexual por el que las feromonas involucradas en el carnero inducen la ovulación en la oveja, que entonces se apresta a la actividad reproductiva. Dicho así, es un poco violento. Prescindamos del macho cabrío y esos asuntos de corral. Concentrémonos en las feromonas.
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