
La palabra atrocidades, así, en doloroso y degradante plural, en boca de un milico empoderado que asume, aunque a destiempo, que sus conmilitones las cometen a diario en perjuicio de civiles que protestan pacíficamente en contra de la barbarie que él mismo defiende con furor, las hace más vergonzosas, de suyo repudiables.
Lo más atroz es que no vemos voluntad de corrección ni medidas de rectificación. Tampoco castigos para los atroces delincuentes que, prevalidos de armas, poder e impunidad, incurren en esas prácticas criminales. Nada más claro: tales atrocidades constituyen delitos, verdaderos crímenes que desnudan groseramente a la peste chavista que nos desgobierna, y por ello el pueblo pide justicia.
Conviene insistir en que la protesta tiene asidero constitucional, así como también expresar nuestra opinión y pensamientos, transitar por el territorio de la República, asociarnos políticamente, reunirnos con todo propósito que no vulnere el ordenamiento jurídico.
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