Es un fenómeno que se repite, pero que nadie puede terminar de normalizarlo proque es un absurdo en sí mismo, aunque luego podamos explicarlo:
Afroamericanos con banderas confederadas (las de los Estados que querían mantener el esclavismo); inmigrantes que apoyan líderes xenófobos; latinos que votan por consignas que los traten de basura y delincuentes; mujeres que aupan candidatos que las consideran un objeto solo útil si están dedicadas a la maternidad y al hogar; políticos que organizan al crecimiento de líderes cuyo discurso es la antipolítica.
A primeras de cambio, luce como un gesto autodestructivo: aplaudir a quien quiere acabar contigo. Sólo que, en la mayoría de los casos, los individuos que encarnan este fenómeno se creen excluidos de los blancos a los que sus líderes aluden, favorecidos, exceptuados: latinos que creen que sus condiciones los hacen distintos a otros latinos; mestizos que piensan que el racismo no los incluye a ellos; mujeres que piensan que juegan un rol especial en el discurso sexista.
Ha habido de estos fenómenos en los eventos más extremos: en la Alemania nazi había judíos que colaboraban con nazis; en la Cuba de Castro, algunos artistas disidentes, ya torturados o con la tortura por recibirlos, apoyaban al totalitarismo comunista que censuraba precisamente la libertad de creación y pensamiento. Sin ir muy lejos: cuántos italianos que perdieron su tierra y su familia en la guerra, acaban de votar por el partido que se inspira en los ideales de Benito Mussolini?
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