Opinión | ¡No somos ciudadanos!, por Rodolfo Izaguirre

Vivimos en un eterno comienzo y carecemos del pensamiento de la modernidad, cruzamos mal el rayado de las calles en las esquinas y se dice que no tenemos pensamiento abstracto, es decir, no sabemos calcular el peso o el volumen de un objeto en el espacio. Tratamos de entrar al ascensor sin percatarnos que ya hay dos gordos macizos que con su peso colman la carga estipulada y cumplen en cierta manera el número establecido de usuarios. Nos empeñamos en ocupar el puesto del automóvil estacionado antes de que termine la maniobra para salir de él.

Gustavo Coronel tiene razón cuando afirma que todavía no somos ciudadanos sino habitantes. Enfrentamos problemas a la hora de definir la ciudadanía y poco ayudan los medios de comunicación y mucho menos los políticos; tampoco sabemos manejar actitudes o actividades para ejercer nuestros derechos políticos y personales. Lamentablemente, el país venezolano es esencialmente minero, encontramos la pepita de oro, el petróleo y vivimos al día; contaminamos las aguas y nuestra idiosincracia es también la del minero, lo que explica la fragilidad de nuestra memoria y la tenacidad con la que destruimos la naturaleza con total impunidad. Somos el hombre de la mina que gasta en la noche del bar sus afanes del día. A nuestro modo, también somos garimpeiros de nosotros mismos.¡El ahorro, decimos, es para los peorros! Pareciera que el país, bajo la democracia y bajo el propio socialismo bolivariano, se comporta como un campamento a la intemperie. Cabrujas lo definía como un hotel de paso. Los estudiantes escalan un grado superior sin rendir exámenes porque así lo dispuso arbitrariamente Hugo Chávez, y sin saber leer llegan a la universidad y hay maestros de escuela incapaces de interpretar un artículo mío. El liceo privado que funcionaba en la esquina de mi casa tuvo que cerrar porque no podía pagar al personal y la profesora de literatura exigía a sus alumnos que resumieran en ocho líneas cada capítulo de Cien años de soledad. Los muchachos saquearon a Google, que los maestros llaman «el rincón del vago» y cumplieron la absurda tarea glorificando a la estúpida profesora.

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