
Durante más de la mitad de su vida, Linda Loaiza López Soto ha tenido un propósito: que se haga justicia en su caso. Ella, la sobreviviente de crímenes de violencia contra la mujer más conocida del país, todavía no ha conseguido que el Estado venezolano responda a su tragedia, pero sí logró que lo hiciera la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuando hace cuatro años dictó una serie de medidas de restitución, rehabilitación y satisfacción que benefician y dignifican tanto a ella como a su entorno, acompañadas de unas garantías de no repetición con alcance nacional que permitirían que las mujeres venezolanas se sientan más protegidas.
Para comprender las reparaciones de la Corte, hay que volver a la historia de Linda Loaiza. En marzo de 2001, cuando tenía 18 años, un hombre la secuestró y la mantuvo en cautiverio durante cuatro meses mientras la torturaba, la hacía su esclava sexual y abusaba de ella física y psicológicamente. El culpable, Luis Carrera Almoina, hijo del reputado académico Gustavo Carrera Damas, recibió una condena en 2006 de seis años de prisión y salió en libertad dos años después, cuando un tribunal decidió que ya había cumplido su pena.
Linda Loaiza no se detuvo en su empeño por frenar la impunidad. En noviembre de 2007 llevó su causa al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Desde que ocurrieron los hechos, ella y su familia se habían dedicado a documentar su historia y todos los insumos le sirvieron para que, tres años después, su proceso fuese elevado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
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