
Mi hija Valentina y su adorable esposo Juan Delcan viven felizmente en Los Ángeles. Ellos son la firma V&J. Yo he estado allí con ellos y la he pasado requetebién en una hermosa zona y en una bella y espléndida casa, pero seguramente lejos de Wilshire Boulevard o de Road Drive o de Melrose Avenue, para no mencionar las calles que llevan nombres propios mexicanos. Lo digo porque en mi iPod veo a Arnold Schwarzenegger perseguido por un perverso e implacable ser del futuro en una de las avenidas más concurridas y en automóviles o en una moto que se desplaza a escalofriante velocidad chocando con camiones cargados de combustible explosivo, pero estos dos seres del futuro emergen incólumes de los feroces obstáculos que van encontrando y continúan persiguiéndose sin piedad alguna.
También descubro que en el bello y apacible valle de San Fernando hay bellas mansiones que son nidos de vampiros exterminados por un falso limpiador de piscinas y bajo su mando aparecen unos hoscos y rudos sujetos expertos en matanzas que utilizan rifles con balas de plata y ajo y lanzan mortíferas bombas también de ajo. Los vampiros de esta zona de Los Ángeles son seres de apariencia normal, bondadosas amas de casa o burócratas serviciales que al enojarse abren la boca de manera salvaje y ofrecen a la vista de sus exterminadores feroces colmillos.
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