Opinión | La pobreza del lenguaje o el lenguaje de la pobreza, por Sonia Chocrón

De los primeros despropósitos que recuerdo, uno lo protagonizaba ¿un funcionario?, sí, un funcionario de alto rango en los años iniciales del chavismo con Chávez. Lo rememoro hoy, después de casi dos décadas, como un hombre alto, trigueño y fornido, metido a juro dentro de un flux y prensado con una corbata, explicando que había que “disulidar” un asunto. El asunto, y eso no lo recuerdo bien, era alguna incongruencia, un guiso, un trampantojo. Cualquier cosa que después de tantos años me cuesta discernir pero que da igual porque en 23 años la historia termina siendo siempre la misma. Y añádale el bloqueo.

Después fue el presidente de la república bolivariana, el Bolívar redivivo en Hugo, con pizarrón y hasta marcador o tiza, hablando del verbo “adquerir”. Ni qué decir -y esto sí que lo recuerdo con mis carcajadas y todo- al militar que eructaba en cámara respondiéndole a una periodista que su pregunta era innecesaria porque lo que ella deseaba saber era “del popol bu” (SIC). Imagino que le sonaba más el Popol Vuh -aquella maravillosa recopilación de leyendas, mitología y narraciones del pueblo quiché- que el Vox Populi que realmente ameritaba en aquel momento para redondear la que hubiera podido ser su respuesta: eso es del conocimiento público.

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