
Hace unas semanas, Nelson Garrido anunció el cierre de la ONG. Fueron dos décadas de mantener una institución cultural de carácter más que privado, familiar. Nelson y su hija, Gala, también artista visual y activista de la libertad de vivir y crear. A pulmón. La ONG (Organización Nelson Garrido) era una escuela, una academia de formación integral para fotógrafos y artistas plásticos, cuyo cuerpo docente incluyó grandes nombres de ámbito internacional; era una galería; era una sala de cine y teatro; y un auditorio para conferencias. Pero era más que la suma de estas partes. Era un lugar, físico y mental, de donde siempre salías muy distinto de como habías llegado. Ahora tenías respuestas de gran valor a preguntas que no te habías hecho; habías conocido alguien con el coraje que secretamente te había faltado; salías con la certeza de que hay tantas formas de belleza como artistas en el mundo, que lo relevante no es tanto la obra como el artista, la singular criatura creadora. Pero lo mejor es que de la ONG se emergía con un inmenso POR QUÉ NO aleteando en el alma.
En la ONG todo era más complejo y a la vez más sencillo, porque no se le cerraba la puerta a nada ni a nadie. Bueno, si dejaban entrar a Nelson Garrido, esa subversión andante, esa extraña mezcla de suavidad y desplante, de glamour y anarquía, tenían que dejar entrar a todo el mundo.
—La ONG -explicó el comunicado de clausura- fue un dispositivo cultural autogestionado compuesto por una comunidad cultural, una plataforma artística, un proyecto educativo, una biblioteca pública y un espacio expositivo. Fundada por Nelson Garrido en 2002 y dirigida por Gala Garrido de 2010 en adelante, operó entre 2002 y 2022 en Caracas, Venezuela.
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