
Definitivamente, los hispanoamericanos compartimos nuestra propensión a las supersticiones. Surge el comentario a la luz de la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia quien, contraviniendo la disposición de su antecesor, hizo traer al acto de su ascensión al mando, de manera inesperada, la espada de Bolívar. Fue su primer acto de gobierno.
Para comenzar, hay que señalar que la espada de Bolívar que guarda Colombia es la de verdad, la que usaba el Libertador en el día a día, no la nuestra, que es una joya de oro que la municipalidad de Lima le obsequió como presente de agradecimiento y la que nunca desenvainó el padre de la patria para combatir con nadie, entre otras cosas, porque le iba a dar una gran indignación que en una refriega se le fuera a caer un diamante de la corona de laureles del pomo.
En enero de 1974, el naciente movimiento guerrillero M-19, sustrajo la espada del museo y pasó varios años escondida en diversas manos. Se llegó a decir incluso que le fue vendida a Pablo Escobar y que este se la dio a su hijo como juguete. Al parecer, la que compró Escobar no era la verdadera. La espada también pasó una temporada en Cuba (así que vaya usted a saber si es la original, mulato). Para el grupo armado tenía –como seguramente para el nuevo presidente de Colombia en la actualidad– un tremendo valor simbólico: «Bolívar, tu espada regresa a la lucha», se dijo luego del robo. En 1991 fue devuelta.
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