
Mi amiga sufrió lo indecible cuando uno de sus nietos, el preferido, dio con sus huesos en la sordidez en que se ha convertido El Helicoide. En su momento, esta construcción quiso ser en 1957 una atracción arquitectónica que asombraría al mundo, pero el tiempo, la negligencia venezolana y la siempre desfavorable situación política y económica hicieron de ella una estúpida cárcel. En 2009 Hugo Chávez dispuso que funcionara como sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y se convirtió en lo que es hoy para vergüenza del mundo.
Allí fue a dar el nieto como una nueva víctima de los abusos y despropósitos del régimen militar, preso pero sin saber por qué causa o motivo, y durante un largo e incierto período fue ultrajado y humillado con despiadada matraca. El o los carceleros le sacaron a la abrumada abuela dinero a mansalva. Es cosa de imaginar lo que significa para un joven encarcelado perder el aire y la conciencia de ser libre, de no poder respirar el aroma de la casa donde se vive, la alegría de la familia que te rodea y te celebra.Convertirse uno en un ser deshabitado, maltrecho, maltratado por esbirros que se solazan comportándose como carceleros sin alma, torturadores, animales voraces y depredadores.
Mi amiga iba con frecuencia a visitarlo, a pagar lo que forzosamente tenía que pagar, a darle ánimo y llorar apenas abandonaba el recinto y salía a la calle. Revisaba el falso y amañado expediente judicial plagado de mentiras de toda naturaleza, se rebelaba con ardoroso furor porque es abogada jubilada y detectaba las fallas, y exageraciones expuestas en las acusaciones que mantenían al nieto en tan precaria situación.
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