
Los siete meses que han pasado desde comienzos de 2022 han traído consigo la etapa más apolítica y desentendida de la actualidad que se ha vivido en la turbulenta Venezuela desde hace, al menos, unos doce años. El ininterrumpido pulso que han mantenido en este tiempo el Gobierno de Nicolás Maduro y las fuerzas de la oposición, que alcanzó su punto más álgido en 2019, ha producido múltiples trastornos económicos y sociales que han dejado extenuada a la población.
Firme en el poder, aunque con una popularidad erosionada, el Ejecutivo impulsa un ensayo de apertura económica e intenta atraer la atención de capitales e inversiones que en los últimos años fueron incompatibles con el chavismo y las convulsiones del país. Hace poco, por ejemplo, entró en vigor una Ley de Zonas Económicas Especiales, inspirada en experiencias como las de China y Vietnam.
La apertura de la frontera con Colombia y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el presidente electo del país vecino, Gustavo Petro, también pueden tener algún impacto en la abatida economía local, según los analistas. Los dirigentes oficialistas mantienen hoy una actitud apacible con los empresarios, y, al menos por ahora, han decidido dejar en paz a sus adversarios.
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