
Hace apenas un par de décadas resultaba tan laborioso encontrar en los libros y las bibliotecas lo que sospechábamos existía o creíamos recordar; ahora nos inunda una alud de bienes que no hemos buscado con el debido afán. El esfuerzo de elegir va siendo superado por el de rechazar e intentar asomar la cabeza. Unas estrofas del poema de T.S. Eliot, Gerontion, nos plantean cómo la historia ofrece sus secretos:
Ella nos da cuando estamos distraídos
y lo que da nos llega con tan sutiles confusiones
que el ávido queda hambriento.
Da muy tarde aquello en que ya no se cree,
o si aún se cree, en nuestra memoria es sólo
una reconsiderada pasión.
Da muy pronto en débiles manos
lo que pensamos puede ser desechado,
hasta rechazarlo y sentir miedo.
Navegando en el fluir incesante de estas distracciones, confusiones, rechazos y temores, encontré por entre un masivo listado de inciertas ofertas un ensayo que estuve a punto de relegar, pero tuve la suerte de adentrarme en sus líneas hasta sentir un abrazo inesperado, fraternal. Se titula De la lentitud y su autora es Blanca Alberta Rodríguez; una profesora mexicana que enseña en Puebla, de quien nunca antes escuché hablar y ahora soy su aplicado alumno.
Lee más en La Gran Aldea