Opinión | Sobre la lentitud, por Federico Vegas

Hace apenas un par de décadas resultaba tan laborioso encontrar en los libros y las bibliotecas lo que sospechábamos existía o creíamos recordar; ahora nos inunda una alud de bienes que no hemos buscado con el debido afán. El esfuerzo de elegir va siendo superado por el de rechazar e intentar asomar la cabeza. Unas estrofas del poema de T.S. Eliot, Gerontion, nos plantean cómo la historia ofrece sus secretos:

Ella nos da cuando estamos distraídos

y lo que da nos llega con tan sutiles confusiones

que el ávido queda hambriento.

Da muy tarde aquello en que ya no se cree,

o si aún se cree, en nuestra memoria es sólo

una reconsiderada pasión.

Da muy pronto en débiles manos

lo que pensamos puede ser desechado,

hasta rechazarlo y sentir miedo.

Navegando en el fluir incesante de estas distracciones, confusiones, rechazos y temores, encontré por entre un masivo listado de inciertas ofertas un ensayo que estuve a punto de relegar, pero tuve la suerte de adentrarme en sus líneas hasta sentir un abrazo inesperado, fraternal. Se titula De la lentitud y su autora es Blanca Alberta Rodríguez; una profesora mexicana que enseña en Puebla, de quien nunca antes escuché hablar y ahora soy su aplicado alumno.

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