
Por Luisa Salomón
El sonido del llanto se escapa por la rendija de la puerta. Tres bombillos iluminan el pasillo donde seis mujeres entretienen a sus hijos que lloran al escuchar a quienes ya se vacunaron.
La hija mayor de Kenia está tranquila, hoy no le toca vacunarse. Es el turno de su hermano, de apenas un año. Esta vez ha sido más fácil para Kenia, quien se embarazó por primera vez a los 35 años. Aunque fue una maternidad deseada, fue compleja.
“Cuando una es primeriza no sabe nada. Todo es nuevo. Toca recorrer y recorrer para encontrar las vacunas. No sabía que era así”. Con este segundo hijo ha sido más fácil: ya sabe dónde hay vacunas, cómo venir, qué traer.
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