
Caracas. Cuenta la historiadora Inés Quintero, cuya amistad me honra, que en sus días de izquierdosa consiguió a su hijo y amiguitos sentados en círculo haciendo nada. Y cuando ella les preguntó medio sorprendida «¿Qué están haciendo?», le respondieron casi en coro: «Jugando a la reunión».
Porque en aquel entonces eso era lo que veían los niñitos hacer a sus padres, militantes del MIR o La Liga Socialista o cualquier grupo de izquierda que se respetara: reunirse para recomponer el mundo haciendo nada.
De aquellas reuniones – me consta porque también anduve en esas lides-, resultaba una que otra Comisión para Evaluar la Posibilidad de Emprender la posibilidad de Introducir en las Masas oprimidas las Ideas Correctas- que era como calificábamos al marxismo y sus secuaces-, para empujarnos después a los cafés de Sabana Grande a celebrar, cerveza mediante, que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Y ahí seguíamos hasta las dos de la mañana con aquella habladera de pistoladas, que era lo que mejor sabíamos hacer.
Lee más en El Cooperante