
Laureano Marquez|@laureanomar|Junio 22, 2022
Twitter @laureanomar
Preferí no darle título a este artículo porque, honestamente, no me atreví a darle el que el tema sugiere. No suelo ocuparme de asuntos escatológicos, pero es que esta noticia me llamó profundamente la atención por el simbolismo que tras ella se esconde. La información en cuestión revela que un equipo del Servicio Federal de Protección se encarga de recoger los desechos corporales del presidente ruso en sus viajes fuera del Kremlin.
Vamos, para que el perplejo lector entienda mejor: cuando el presidente Putin, como cualquier cristiano –incluso ortodoxo–, se ocupa de dar del cuerpo, los escoltas del organismo señalado, recogen y empaquetan el resultado de tal operación secreta (por no llamarla guerra relámpago), luego son colocados en un maletín especial para ser llevados de vuelta a casa. Según un par de periodistas, especialistas en política intestina rusa, Regis Gente y Mikhail Rubin, esta labor de recolección se ha llevado a cabo, por ejemplo, en las visitas del líder ruso a Francia y Arabia Saudita.
Este inusual trabajo de los servicios secretos rusos pone en evidencia, sin duda, su propia mala conciencia. Según algunos historiadores, Stalin tenía por costumbre revisar las deposiciones de sus adversarios. Al parecer lo hizo con Mao y otros lideres extranjeros. A partir de los análisis realizados, los rusos establecían perfiles psicológicos de los adversarios, aunque usted no lo crea. Cuando algún líder visitaba la Rusia del llamado «padrecito», se colocaban retretes especiales que no estaban conectados al alcantarillado público, sino conectados al laboratorio destinado a recoger el material secreto para el análisis de «inteligencia».
Lee más en TalCual