Opinión | Erostratismo a la venezolana, por Carolina Jaimes Branger

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DANIEL HERNÁNDEZ

Hace una semana, un hombre joven, haciéndose pasar por mujer -llevaba una peluca- y en silla de ruedas, logró burlar la máxima seguridad del Museo del Louvre en París y lanzó una torta de crema contra la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci. Por fortuna, la obra no sufrió porque desde hace años está protegida con un vidrio blindado. El cuadro más famoso del mundo ha sido varias veces objeto de ataques con ácido, tazas, piedras.

También la no menos famosa Piedad de Miguel Ángel fue objeto de un ataque con un enorme martillo de geólogos. Y fue precisamente un geólogo el autor del vandalismo. Se llama -o se llamaba- Lazlo Toth, un húngaro residenciado en Australia, quien llegó a Roma como peregrino en 1972, cuando contaba 33 años, la edad que tenía Cristo cuando murió. El 21 de mayo, día de Pentecostés, arremetió contra la estatua, causándole enormes daños, sobre todo a la Virgen María. Toth gritaba, mientras destrozaba la estatua, que él era Jesucristo resucitado. Parece que también dijo que era la reencarnación de Miguel Ángel y tenía derecho a acabar con su obra. Lo detuvieron, pasó dos años en un sanatorio luego de los cuales fue deportado a Australia.

Se denomina erostratismo a la manía que demuestran ciertas personas de destruir cosas hermosas, o a delinquir, solo con el propósito de conseguir renombre. La palabra deriva del nombre Eróstrato (o Heróstrato), un pastor que incendió el Templo de Artemisa en Éfeso, una de las maravillas del mundo antiguo, en el año 356 AC.

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