
El 2020 se ha convertido en uno de los años de peor contaminación ambiental de Petróleos de Venezuela (Pdvsa). En nueve meses ocurrieron importantes derrames petroleros que han llegado a parques nacionales, arrecifes de coral, campos de cultivo y hasta a las casas de la gente; pero también dentro de su infraestructura continúan creciendo las montañas de desechos tóxicos y siguen expulsando a la atmósfera altos volúmenes de gases de sus mechurrios.
Solo en agosto, y en menos de una semana, varios estados del país fueron afectados por grandes fugas de crudo: dos en Anzoátegui (oriente del país), uno en Carabobo (centro) y otro en Falcón (occidente). Uno de ellos es considerado uno de los desastres ambientales más graves en la historia venezolana debido al vertido de al menos 22.000 barriles de crudo que se extendió por 12,5 kilómetros en el mar, desde la refinería El Palito (estado Carabobo), e impactando cuatro kilómetros de costa y ocho de los 11 cayos que componen el Parque Nacional Morrocoy (ubicado en Falcón), un lugar turístico rico en manglares, arrecifes coralinos y una fauna especial y vulnerable como pelícanos, tortugas marinas y delfines.
Este reportaje realizado por TalCual, en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación de las Américas del International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con CONNECTAS, explica que en Pdvsa las posibilidades de contaminación están latentes, como en toda petrolera en el mundo. Pero la estatal venezolana parece haber olvidado las normas para disminuir el impacto de sus operaciones tanto en el ambiente como en la salud de sus trabajadores y de los habitantes cercanos a sus infraestructuras.
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