
Kaoru Yonekura y Rafael Osío Cabrices
En las peligrosas aguas entre Trinidad y Venezuela, un bote patrullero de la guardia costera trinitaria abre fuego contra un peñero repleto de venezolanos que han pagado lo que no tienen para intentar entrar a la nación antillana; un bebé es asesinado en el incidente que luego justificará el primer ministro.
En el tapón del Darién, el impenetrable istmo de selva que separa a América del Sur de América Central y que ha producido siglos de terroríficos relatos de viaje, una joven madre venezolana cae al agua de un caño y se ahoga, sin que los migrantes de varios países que intentan alcanzar el norte con ella puedan salvarla.
En el desierto más seco del planeta, al norte de Chile, rumbo a pueblos fronterizos donde hay gente cavando trincheras y prendiendo hogueras como en una guerra religiosa de la Europa medieval, otros migrantes venezolanos sucumben al frío nocturno o la deshidratación en el día, cuando son abandonados por los coyotes en medio de la nada.
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