
Por Karla Pérez Castilla en El Nacional
En lo que va de 2022 han muerto 4 pacientes del Servicio de Nefrología del J. M. de los Ríos, que se suman a los 64 que han perdido la vida en los últimos 5 años. Niños que tuvieron que luchar, algunos desde que nacieron, no solo contra la enfermedad sino contra la crisis del sistema sanitario, responsabilidad de un Estado indolente que los sentenció desde el mismo momento del diagnóstico. Esta es la historia de 4 de ellos, de cómo batallaron contra lo que les tocó padecer junto con sus madres, quienes hicieron hasta lo imposible porque el final hubiera sido otro. Una realidad dolorosa, pero que es necesario conocer para ponerle un punto final
No pueden respirar, piden auxilio. Se hinchan. La mayoría de los niños con enfermedad renal crónica avanzada se asfixian mientras mueren. Algunos, que experimentan múltiples complicaciones en sus momentos de agonía, piden que los dejen descansar porque ya no pueden más. Han perdido las fuerzas para resistir al dolor.
Cuando llegan a ese estado, sus cuerpos han manifestado ya aumentos de temperatura, alteración de la presión arterial, dolor en el pecho, pérdida súbita y breve de la conciencia y del tono postural, desmayos y, en algunos casos, convulsiones. La sangre que no fue bombeada correctamente por el corazón se retiene en las venas pulmonares, bloquea la respiración celular y provoca asfixia, una falta incontrolable -desesperante- de oxígeno. Sus pulmones dejan de funcionar, el ritmo de los latidos del corazón se altera provocando arritmias, hasta que se produce el paro respiratorio.
La mayoría de las veces los niños con esta patología enfrentan la enfermedad acompañados de sus madres, hasta el último momento, cuando quedan inmóviles. Rígidos. Sin respiración ni temperatura; fríos por la falta de circulación de la sangre minutos después de que su corazón ha dejado de latir.
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