
Tras 14 años de haber sido expropiado a su dueña, la Constructora Sambil, el centro comercial del mismo nombre, ubicado en la Candelaria, Caracas, le fue devuelto. Como bien apuntó María Corina Machado cuando en aquella oportunidad emplazó a Chávez en la Asamblea Nacional: “expropiar es robar”. El Sambil de La Candelaria no era un bien público, contaba con todos los permisos (la Alcaldía de Libertador de Freddy Bernal los otorgó en 2005), e iba a convertirse en una fuente de trabajo, esparcimiento y diversión para sus vecinos y sus no tan vecinos. Y se lo robó la revolución socialista y bolivariana.
Hugo Chávez declaró en aquel momento, durante un “Aló, presidente”: “Me tendrán que sacar de Miraflores para que haya un Sambil en La Candelaria. Eso es un crímen (…) ¿Cómo vamos a hacer el socialismo entregándole los espacios vitales del pueblo a ese comercio desmesurado, consumista?”. ¡Como si el que hubiera un Sambil en La Candelaria fuera algo malo! ¡Si solo bastaba ver los ríos de gente que salían del Metro de Chacao en dirección al Sambil de la Avenida Libertador! Todavía, en plena pandemia, el Sambil sigue atrayendo público porque es seguro, espacioso y tiene una variada opción para todos los gustos y bolsillos. Para el pueblo que, contrario a lo que pensaba Hugo Chávez, es consumista. ¡Y el que hoy no pueda serlo es por culpa de Chávez, de Maduro y de su maldita revolución!
Un excelente reportaje de Emily Avendaño en estas mismas páginas del 22 de febrero de 2018, explica que para el momento “Ya no es refugio, ahora funciona como depósito del Ministerio de Comercio. Ni sombra de la clínica, escuela o universidad prometidas”. Y es que un centro comercial está concebido para ser un centro comercial.
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