
Editorial 21 de marzo: Quienes hemos migrado alguna vez en la vida, sabemos que siempre hay algo que queda atrás. Queda una ciudad, queda una casa, queda una calle, quedan algunos objetos, sobre todos los afectos, las personas, los amigos, etc. Pero cuando se migra por culpa de una guerra, atrás no queda nada. Me llama la atención profundamente el título de un reportaje que firman Cara, Ana y Renata Brito para Associated Press (AP): «Sobreviviente de Mariupol: Ya no existe la ciudad, no queda nada atrás».
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