De la serie «Sistema Nervioso», Caracas, 1972-1974: Barbara Brändli | ©Archivo Fotografía Urbana
La imagen propone dos posibles lecturas: en tercios horizontales (como la bandera de Venezuela) y en tercios verticales (como la de Italia). Las bandas acostadas, digamos, nos ofrecen, de arriab a abajo, una franja inclinada, ¿un mundo en declive?, hecha como de ladrillos, pero cuando miramos mejor, advertimos que se trata más bien de retazos de cemento como agregados cada vez que se temía que ese techo podría venirse abajo. Esa cenefa incluye una espesa sombra que servirá de contraste para la luminosidad de la siguiente veta, donde la lógica de la lectura (de izquierda a derecha) compone una frase: Yo soy Alka-Seltzer; y vemos también el rostro de Cristo con los ojos cerrados. ¿Cómo sabemos que es Cristo? Ah, esa es una pregunta muy interesante.
Sabemos que se trata de Jesús porque la frase de la orla final es muy conocida. Más aún, es la frase de presentación del de Nazaret. Está en el evangelio de San Juan (14:131), quien narra que, tras la última cena en grupo, Jesús les dice a los apóstoles que no se preocupen demasiado por su inminente partida, a lo que Tomás replica que el maestro les está sonando enigmático, que no entienden para dónde es que va. «¿Cómo vamos a conocer el camino?» (Juan 14:25). Y es cuando Jesús les responde: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».
Pero no es solo por eso que reconocemos a Cristo en este hombre en la plenitud de la edad (y la cúspide su virilidad), con cabello, bigote y barba oscuros, cuyo atisbo de vestimenta (apenas unos trazos en diagonal) distinguimos como una túnica de predicador. Tenemos certeza de que se trata de él, porque siempre lo identificamos, no importa cómo se le represente; aún, como en este caso, cuando no tenga nimbo (ese halo alrededor de la cabeza) ni salgan de él chorros de luz, no esté sentado en un trono suspendido entre las nubes o tenga los ojos cerrados sin que esté muerto o yacente.
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