
Por Dave Itzkoff en The New York Times
A cincuenta años del filme, el actor mira hacia atrás para recordar el papel que le dio la fama: cómo fue contratado, por qué no asistió a los Oscar y qué significa para él ahora.
Es difícil imaginar El padrino sin Al Pacino. Su sobria interpretación de Michael Corleone, que se convierte en un respetable héroe de guerra a pesar de su corrupta familia, pasa casi desapercibida durante la primera hora de la película, hasta que por fin se impone, tomando gradualmente el control de la operación criminal de los Corleone y de la película.
Pero tampoco habría Al Pacino sin El padrino. El actor era una estrella en ascenso del teatro neoyorquino que había tenido un solo papel en el cine, en Pánico en Needle Park, un drama sobre drogas de 1971, cuando Francis Ford Coppola luchó por él, en contra de los deseos de Paramount Pictures, para que interpretara al meditabundo príncipe de su epopeya mafiosa. Le siguieron medio siglo de papeles cinematográficos fundamentales, incluyendo dos turnos más como Michael Corleone en El padrino II y El padrino III.
El padrino se estrenó en Nueva York el 15 de marzo de 1972 y, 50 años después, te puedes imaginar todas las razones por las que Pacino no querría volver a hablar de ella nunca más. Tal vez se sienta avergonzado o molesto por el hecho de que esta actuación, desde el principio de su carrera cinematográfica, siga dominando su currículum, o tal vez ya haya dicho todo lo que tenía que decir al respecto.
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