
Parlamentario, abogado, candidato presidencial, organizador partidista, intelectual y escritor: con Américo Martín se va uno de los últimos integrantes de una brillante e inusualmente dotada generación de políticos venezolanos, forjada entre la caída de Marcos Pérez Jiménez y el advenimiento de la democracia venezolana: la generación del 58.
Tuvo Américo una vida pública muy larga, con momentos luminosos y zonas opacas, con relieves de brillo e instantes de bajo perfil público. Como suele suceder en la política, como le ha pasado a muchos hombres públicos del presente y del pasado, las circunstancias de la vida y sus contradicciones intrínsecas le hicieron transitar décadas con banderas y objetivos de carácter opuesto, enmarcados todos dentro de los confines del milenario laberinto que surca la humanidad buscando armonizar los principios universales de la justicia y la libertad.
A la cabeza de la Federación de Centros Universitarios de la UCV, fue Américo un sobresaliente dirigente estudiantil en los albores de la Democracia, probablemente el más destacado del país en su momento. Sobre sus hombros, siendo apenas un muchacho de 19 años, habían recaído enormes responsabilidades organizativas y políticas unos años antes, en las células clandestinas de combate a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en la cual fue llevado a prisión y torturado poco antes de su derrumbe definitivo. El fin de aquella tiranía lo tuvo, junto a sus jóvenes compañeros, como héroe y protagonista.
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