
Caracas. «En ambos incidentes, las vidas de las tripulaciones de los interceptores estuvieron en riesgo ya que escaparon por poco de lesiones graves y la muerte». Así justificó la Guardia Costera de Trinidad y Tobago el haber disparado a mansalva contra una embarcación que trasladaba refugiados de Venezuela hacia su país.
La mañana del sábado, antes de la tragedia, el ministro de Seguridad Nacional, Fitzgerald Hinds, había dicho que las naves guardacostas, Scarborough y TTS Port of Spain, «habían reforzado enormemente la seguridad fronteriza de Trinidad y Tobago desde que llegaron el año pasado. Estoy en condiciones de decirles hoy, sinceramente, que esos dos buques han tenido un impacto sustancial y positivo en la gestión de nuestras fronteras».
Pero, al menos hasta hoy, no ha habido ninguna condena del gobierno de ese país al asesinato del niño. Ni siquiera lo han lamentado públicamente. La Guardia Costera dijo que su personal disparó contra los motores del bote de migrantes porque intentó embestir su embarcación, «y los oficiales temían por sus vidas y actuaban en defensa propia.»
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