
La economía ilícita gana espacio en Venezuela. Los consumidores caminan por una selva de falsificaciones, importaciones ilegales y “emprendimientos” que no son más que copias de franquicias extranjeras.
Aumenta el riesgo de comprar productos que no han aprobado los controles sanitarios, sin código que certifique su procedencia y certeza de que han sido almacenados correctamente. O falsos, camuflados tras los colores y tipografías de marcas emblemáticas.
Nestlé ha detectado falsificaciones en sus marcas de leches, cubitos y sopas mientras que Polar, otra empresa que cuenta con un amplio catálogo de alimentos, enfrenta la falsificación de su arroz Primor, la importación ilegal de Pepsicola y el ingreso al mercado de una margarina que infringe sus derechos de marca.
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