
Por Xabier Coscojuela en TalCual
@xabiercosco
Hubo historiadores que no se cansaban de repetir que los mejores años de la vida venezolana fueron los que se iniciaron en 1958, fecha desde la cual el poder en el país estuvo en manos de civiles. Había quienes no les creían, quienes aspiraban a que Venezuela estuviera, otra vez, bajo la mano dura de un militar para que pudieran desaparecer todos los males de la patria.
Quienes así pensaban vivieron con alegría el 4 de febrero de 1992, cuando un grupo de militares liderados por Hugo Chávez intentó darle un golpe de Estado a Carlos Andrés Pérez, quien era presidente por decisión de la mayoría de los venezolanos. Para justificar su felonía, Chávez y quienes lo acompañaron, alegaron que el país estaba en manos de la corrupción y sumido en la miseria.
Ambas afirmaciones eran falsas. Lamentablemente la corrupción es un mal que nos acompaña desde hace varios siglos y no fue combatida como debió serlo en la etapa democrática, y la pobreza nunca ha desaparecido del todo, pero durante buena parte de los años que se iniciaron en 1958 se redujo considerablemente, generándose movilidad social a través del mecanismo más adecuado para ello: una buena educación pública.
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