
Por Carolina Jaimes Branger en El Estímulo
El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberó a 7.600 prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz, donde la máquina de muerte nazi había exterminado ya a casi millón y medio de seres humanos, donde el 90% eran judíos. Esa misma fecha fue escogida por las Naciones Unidas como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. En el Espacio Anna Frank tenemos actividades para que ese recuerdo sirva como memento de lo que no debe volver a pasar. Pueden visitar www.espacioannafrank.org para consultarlas.
Sin embargo, desde el Holocausto han ocurrido al menos ocho genocidios más. Las corrientes antisemitas, los grupos neonazis y fascistoides, los comunistas, los fanatismos religiosos y las tendencias a exacerbar los nacionalismos a ultranza son los ingredientes perfectos para que el siglo XXI se convierta en otro siglo de genocidios, e igualar así el triste récord del siglo anterior. ¿Por qué, teniendo casos tan recientes, y algunos que aún hoy continúan, como el genocidio en Darfur (400 mil muertos y dos millones de desplazados), las causas parecen incrementarse, en vez de desaparecer?… ¿Es que los pueblos son desmemoriados, o no aprenden con la experiencia de los demás?… Es difícil de asimilar que así sea. ¿Qué hace que un pueblo tenga memoria y qué hace que un pueblo olvide? ¿Se puede hablar de “memoria de los pueblos”? ¿Qué forma dicha memoria?
Desde que leí “La hora 25” del escritor rumano Constantin Virgil Gheorghiu, cuando yo tenía alrededor de 13 años, me prometí a mí misma que siempre levantaría mi voz en contra de las injusticias, las iniquidades y la violencia. Y es que la hora 25 es la hora en la que la salvación es prácticamente imposible. Ese compromiso en mi vida ha continuado intacto.
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