Opinión | Cómo fue sufrir en la soledad de un centro electoral, por Elizabeth Fuentes

PorElizabeth Fuentes

Foto portada: Anaísa Rodríguez

Caracas.- A las 11 y 30 de la mañana, dos de las tres mesas que estaban instaladas en el Colegio El Angel de Chuao no podían abrir porque «faltaba gente». Ni el gobierno ni los opositores habían logrado completar la tarea y los pocos votantes que hacían cola, bajo aquella chapa de sol, se hacían los locos cuando algún vecino venía con la mala noticia: «Alguien quiere ser miembro de mesa, testigo de mesa?…»

Media hora después, cuando supe que solo faltaba una persona, di un paso al frente. Porque uno sigue creyendo que el voto es la salida, que si hay que sacrificar un día para permitirle ejercer su derecho a miles ( bueno, es un decir), se debe hacer. Y que si empujamos entre todos, seguramente  la cosa  caminaría más rápido  y podríamos ganar, como mínimo,  la Alcaldía de Baruta. 

Luego de un curso veloz sobre cómo se batía el cobre, finalmente comenzaron a entrar los votantes mientras los novatos miembros de mesa logramos finalmente  coordinar lo  mejor posible toda la rutina.  Aunque no faltó la señora malhumorada porque yo no  conseguí inmediatamente su número de cédula en el Cuaderno de Votación y salió hablando pestes de mi trabajo («tiene la mitad de mi edad y yo tuve que mostrarle mi número en el cuaderno», iba y le contaba  a todos y cada uno de los  que estaban en la cola como si ella fuese la gran heroína de semejante día.

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