
Los bulos, los rumores, las teorías conspirativas, en fin, la desinformación, son los mecanismos que se emplean para que la cortina de humo encubra la corrupción y las conductas opacas. La vieja estrategia que podemos resumir en que un escándalo tapa a otro. De alguna manera el show debe continuar.
Quien desglosa el tema es Diego Salazar*, un experimentado periodista que ha escrito un libro, cuyo título despierta el interés y la curiosidad de las audiencias. No hemos entendido nada. Empecemos, pues, formulando esta frase en forma de interrogante. ¿Qué es lo que no hemos entendido? “Lo principal que no hemos entendido y que, por suerte, ciertos periodistas y ciertos responsables de medios han empezado a entender, es este cambio de paradigma, en el que la producción, distribución y consumo de información ha cambiado radicalmente en los últimos 15 años. Este hecho, incontrastable, ha despojado a los medios del monopolio de la información. Es un cambio sísmico a todo nivel”. Valga decir, desde la manera en que producimos y consumimos los contenidos informativos hasta la transición del modelo de negocios, pasando por las diferentes estructuras comunicacionales. Precisamente, son estos cambios los que no terminamos de entender.
Diría que las fake news son tan viejas como el periodismo. ¿Cuál sería la diferencia con las que se difunden actualmente?
La diferencia, realmente, estriba en lo fácil que es producirlas hoy día y el alcance que pueden tener con pocos recursos. Además, es posible -a través de redes sociales y de una manera artificial- acrecentar ese alcance de forma exponencial. Esas son las principales diferencias con los bulos, las informaciones falsas que han pululado siempre en todas partes.
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