
En poco más de año y medio de convivencia con la covid-19, millones de latinoamericanos de clase media han perdido la calidad de vida y el bienestar alcanzado con años de sacrificio y han tenido que apretarse más que los de otros estratos socioeconómicos. En general, no les llegan las transferencias monetarias que reciben los más pobres ni los subsidios a la nómina destinados a los empresarios. Por ello han debido recurrir a los ahorros en el sistema pensional —si los tienen— o acudir al rebusque, a los oficios temporales y a las donaciones de terceros para continuar adelante.
Aún es prematuro medir el impacto de lo sucedido, porque las heridas están abiertas y las secuelas pueden tardar años en manifestarse. Pero es fácil anticiparlo desde las cifras, los testimonios de los afectados y las voces de expertos de ciudades suramericanas. Desde allí se cuentan historias atravesadas por el sufrimiento, en tres ámbitos que facilitan entender el retroceso causado por la pandemia: la pérdida de puestos de trabajo y la precarización del empleo; el deterioro de la salud mental y física y la creciente inequidad de género evidenciada en la sobrecarga de trabajo y el aumento de la violencia contra las mujeres.
Un equipo periodístico regional de nueve países y siete medios de comunicación elaboró un especial colaborativo que recrea la dura realidad de una clase media compuesta por 228 millones de personas que representan el 37,3 por ciento de la población de Latinoamérica y el Caribe ❧
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