
Hay quienes atribuyen la autoría de la frase «Piensa mal y acertarás», o su equivalente, «Si uno no quiere equivocarse, debe tener mala opinión de los demás», al escritor florentino Niccolò di Bernardo di Machiavelli (Nicolás Maquiavelo) y nos remiten a El Príncipe, como fuente de su creencia. Ni la sentencia en liza — refrán, según la sección paremiológica del Centro Virtual Cervantes—, ni la manoseada «El fin justifica los medios» aparecen en el opus magnum del «Padre de la Ciencia Política Moderna». Endilgárselas no debe extrañarnos: para el diccionario de la Real Academia Española, maquiavelismo es, además de la doctrina «fundada en la preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral», un «modo de proceder con astucia, doblez y perfidia». A partir de esta última acepción, hemos confeccionado la colcha de retazos a publicarse hoy, cuando se cumplen 76 años de la entrada en vigor del documento fundacional de la Organización de las Naciones Unidas, mediante la ratificación de la mayoría de sus miembros, y se celebran el Día Mundial contra la Poliomielitis y los días de Información sobre el Desarrollo, de las Bibliotecas y del Trabajador Gráfico.
«Ut innotescat multiformis sapientia Dei» (Para que se conozca la multiforme sabiduría de Dios) es el lema de la Universidad Católica Andrés Bello, institución perteneciente a la Compañía de Jesús, fundada un 24 de octubre, pero en 1953 y no en domingo, sino sábado, con miras a «colaborar en la orientación de la vida del país mediante su contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales, y a realizar una función rectora en la educación, la cultura y la ciencia». No es exceso de malicia descartar el azar en la simultaneidad del nombramiento de Tibisay Lucena como ministra, menestra o menestrón no menesteroso del poder popular para la educación superior —sobre esta señora, summa cum laude en trapisondas, pesan sanciones de Estados Unidos, Canadá, México, Panamá, la Unión Europea y la indiferente y anitiparabólica Suiza — y el LXVIII aniversario de la prestigiosa universidad, tenida entre las mejores del país y muy bien reputada en la región, sobre todo si tomamos en cuenta los alarmantes hallazgos de la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), dados a conocer por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de esa casa de estudios. La designación de la señora Lucena, en reconocimiento y agradecimiento a los favores debidos a su rol de prestidigitadora de votos en el casino nacional electoral, es una afrenta a las universidades autónomas y democráticas del país y una muestra del desprecio chavomadurista a la educación crítica y de calidad.
Tampoco se peca de suspicaz al suponer que la modelo italiana Camilla Fabri ha sido exhibida, con la venia de los rusos, en la plaza Bolívar de Caracas, no únicamente con ánimo de concitar vivas y aplausos —¡clap-clap-clap!— de la escuálida e ignara comparsa allí reunida, escuchando un deplorable texto redactado con base en todos los lugares comunes de la anacrónica y marxistoide retórica antinorteamericana, sino de enviar una solapada advertencia a su marido, Alex Saab; un claro, clarísimo mensaje: ¡ojo, aquí tenemos a tu mujer, cuidadito, compai gallo, cuidadito! No es descabellada la conjetura, dados los bien remunerados esfuerzos del prevaricador Baltasar Garzón y el dispendio del régimen procurando apoyos de impresentables gobiernos afines a su prédica populista y engrasados, comme il faut, sumarlos a su cruzada antiextradición a Estados Unidos de un indiciado en al menos 7 delitos financieros. En el norte y trajeado color naranja, este espera por el Pollo Carvajal y la enfermera-tesorera Claudia Díaz. Cantarán un trío, aunque la voz contante y sonante será la del falso diplomático colombo venezolano. Y aquí, ¡fanfarria!, hace su aparición Xavier Duaignant.
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