
De la mano de su padre, Julio, de 11 años, llega al norte de Chile tras completar una travesía arriesgada que arrancó en Venezuela y le llevó por cinco países de Sudamérica. Está cansado y asustado, como decenas de niños venezolanos que cruzan a diario la frontera en busca de refugio.
“Yo lo que quiero es ver a mi mamá y llegar ya”, dice tímido Julio, que acaba de cruzar a Chile junto a su padre en Colchane, en la frontera con Bolivia, en pleno altiplano.
Por delante tienen el desierto de Atacama. Más de 100.000 kilómetros cuadrados de suelo árido. Es una tierra yerma de 1.600 km de largo y hasta 180 km de ancho.
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