Ethic | LOS BULOS, EL ENVENENAMIENTO LENTO (Y CONSTANTE), por Pelayo de Las Heras

  

bulos
Foto: Lauren Walker
Pelayo de las Heras

Las sociedades occidentales se sostienen en la actualidad sobre un viejo axioma: la democracia es tan fuerte como la participación de sus ciudadanos. Nótese que esta participación no implica tan solo acudir a las urnas cada fin de legislatura. Hablamos más de una constante que define el sistema y delimita, tanto su mayor fortaleza, como su mayor debilidad pues, ¿es posible hablar de democracia dejando de lado el papel de aquellos sujetos de los que, teóricamente, emana la soberanía?

En el ejercicio democrático de las sociedades, la desinformación es uno de los problemas más graves a los que se enfrentan los sistemas. El fenómeno, en sí, no es nuevo, pero sí el potencial que lo recubre: las plataformas tecnológicas, como las redes sociales y la vertiginosa velocidad de internet, han convertido este veneno –antes lento, espeso, complejo– en un fenómeno de acción sencilla y casi inmediata. Y su alcance no deja fuera a casi nadie: según Statista, uno de cada cinco ciudadanos españoles se encuentra con fake news todos los días. «Proteger nuestros procesos democráticos y nuestras instituciones contra la desinformación es un reto para las sociedades», resume el Servicio Europeo de Acción Exterior (EEAS).

«Creo que lo importante es distinguir la intencionalidad y la autoría», matiza José Ignacio Torreblanca, uno de los principales investigadores del European Council On Foreign Relations (ECFR). «No podemos mirar solo los bulos, ya que esto es solo el producto final, lo que surge por la tubería; lo que tenemos que hacer es observar la propia tubería: quién las transporta, cómo lo hace». Tal como señala, las campañas de bulos suelen tener su foco en un origen extranjero, en países como Rusia y China, lo cual no se debe a una casualidad o a una malignidad pura. «Las dictaduras necesitan mentir a sus ciudadanos sobre sus éxitos y sus fracasos, pero también sobre los éxitos y fracasos de las democracias para que ellos no quieran aspirar a un sistema similar». Un rol que en España, por ejemplo, lo encarnan medios fuertemente arraigados al ámbito digital –y al estado concreto– como Russia Today.

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