
Rafael Osío Cabrices

Habría que encontrar un estudio global que lo demuestre, pero es probable que hoy, como especie, en todas partes, nos sintamos menos seguros y más vulnerables que en agosto de 2019, cuando empezamos con Cinco8. Tenemos menos certezas con las que evaluar nuestro presente y con las que imaginar nuestro futuro. Y es porque ya estábamos en un mundo inestable cuando arribó un evento global que está cambiando todo, en todos los ámbitos, en Venezuela y en el resto del planeta: el covid 19.
Pandemias ha habido siempre; el sida es una de ellas. Pero habíamos confiado, tal vez, en que las epidemias no podían extenderse por todo el planeta, menos a la velocidad en que lo hizo la de covid 19. Muchas lecciones nos deja esta experiencia, que no ha acabado, pero podemos comenzar por dos: vendrán otras pandemias, sobre todo mientras sigamos traficando con fauna silvestre; y la rapidez con que se desarrollaron vacunas para esta ocurrió gracias a la cooperación internacional entre los científicos, que tanto han sido ignorados por los populismos. Solo el conocimiento y el trabajo en equipo nos han podido sacar de este rollo.
El problema aquí es cuánta esperanza podemos tener en la capacidad de aceptar esas dos lecciones por parte de instituciones y ciudadanos. Al margen de que en efecto haya provocado el covid o no, el tráfico de fauna debe acabar, pero como todo negocio ilegal es por su propia naturaleza clandestina muy difícil de combatir; ya ha llevado al borde de la extinción a varias especies sin que hayamos sido capaces de evitarlo. Y en cuanto al respeto al conocimiento, pues es nada menos que uno de los problemas más graves de la humanidad en su conjunto: no estaríamos tan mal como habitantes de este planeta si nos dignáramos a escuchar a los científicos sobre lo que debemos hacer para amainar los efectos del cambio climático, que todos estamos sintiendo.
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