
Carolina Jaimes Branger
Los Juegos Olímpicos muestran una parte de lo que el ser humano es capaz de hacer, crecer y ser cada vez mejor. Siempre he disfrutado verlos, pero hoy, entre la espantosa situación de Venezuela y la pandemia, es un apremio: necesito creer en que la Humanidad va hacia delante y aquí lo veo cada vez que enciendo la televisión.
Todas las historias de los atletas hablan de esfuerzo, trabajo, dedicación, responsabilidad, orden, disciplina, constancia, excelencia. Muchas veces, la diferencia entre quien se lleva una medalla de oro y una de plata, o una de plata y una de bronce, es menos de una centésima de segundo. Y la diferencia entre el mejor y el que llega de último son unos pocos segundos.
Pero en esta oportunidad quiero referirme a la actuación de la uzbeka Oksana Chusovitina, quien se despidió después de participar en Tokio en su octava competición. Sí, Oksana ha participado en ocho citas olímpicas, porque tiene 46 años. La recuerdo desde Barcelona en 1992, cuando participó como parte del Equipo Unificado, donde doce países de la ex Unión Soviética participaron juntos. Tan solo un año antes Oksana había participado como parte del equipo soviético en el Mundial de Gimnasia. Desde aquellos juegos se consagró como una estrella de la gimnasia, sobre todo en el salto del potro.
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